Escalando con inmigrantes

Historias a través del muro

Por Katherine González | January 31, 2022

Foto: Katherine González escalando en “Secret Gardens”, Miller Fork, Red River Gorge. Fotografía por Carl Cote (@coteology)

 
 

Karla Hancock de Filipinas y su hija Lucy comparten algunas risas en un caluroso día de verano en el Red River Gorge, Kentucky. Fotografía: Katherine González (@kathglz_)

“Tu lenguaje, tu acento... Yo quiero descubrir lo que ya estaba descubierto...

Ser un emigrante ese es mi deporte.”

Letra de “Pa'l Norte” de Calle 13

 
 
 

Cuando estaba en la universidad aprendí el concepto de migración como uno de los fenómenos más fundamentales de la naturaleza. En el artículo, “¿Qué es migración?”, escrito por  Hugh Dingle and V. Alistair Drake, la migración es definido como “una adaptación a los recursos que fluctúan espacio-temporalmente ya sea estacionalmente o menos predecible”. Los autores del artículo también destacan la migración como un movimiento “heróico” de individuos a través de largas distancias. Biólogos han reconocido la migración como un proceso clave en la sobrevivencia de animales y plantas, y su rol fundamental en mantener la diversidad genética entre poblaciones de una misma especie. A pesar de su importancia en el mundo natural, la migración humana moderna es descrita como el resultado de un problema socio-político. Socialmente, los inmigrantes son considerados como los únicos responsables por su situación y condiciones de vida, sin reconocer el rol activo que muchos países desarrollados han desempeñado y continúan desempeñando en la desestabilización económica, social y política de los países de origen de muchos inmigrantes.


La naturaleza, así de hermosa que la conocemos, es el resultado de múltiples procesos, incluyendo la migración

- Katherine González

Yiting Koh de Singapur escala en Mustatacuck Park, Vernon, IN. Fotografía: Katherine González (@kathglz_)

“Yo voy a cruzar la muralla, yo soy un intruso con identidad de recluso”

Letra de “Pa'l Norte” de Calle 13

Solo en el 2021, cerca de 1.66 millones de inmigrantes cruzaron la frontera entre Estados Unidos y México, una de las cifras más altas hasta la fecha. En junio del mismo año, durante su primera visita oficial en el extranjero, la vicepresidenta de los Estados Unidos Kamala Harris se refirió a la migración en América Central con un corto mensaje: “No vengan”.

Históricamente, la palabra “inmigrante” ha tenido múltiples connotaciones negativas en la sociedad moderna. Toma solo 5 minutos para darse cuenta que tras una búsqueda rápida de Google images: imágenes de niños mostrando pancartas que dicen “no somos criminales”; una madre amamanta su niño mientras espera en fila para ser deportada; trabajadores empezando su jornada laboral con sol directo; personas llorando mientras miembros de su familia son llevados por la policía. Y luego, el muro.

Migrantes intentando escalar el muro fronterizo entre Estados Unidos y México. Créditos: Getty Images (https://www.bbc.com/news/world-us-canada-39215655)

Como muchos de ustedes, crecí viendo estas imágenes de lo que se supone como un inmigrante debe verse. En el pueblo rural donde crecí, cerca de San José capital de Costa Rica, siempre tuve compañeros de escuela que eran inmigrantes de Nicaragua, El Salvador y Colombia. En mis más tempranas memorias, los niños inmigrantes eran percibidos como pobres, sus familias consideradas ignorantes y peligrosas y se creía que vivían en los barrios más indeseables del pueblo.  A menudo silenciados y rechazados, muchos de estos niños eran abusados por sus condiciones de vida e identidad cultural. En Costa Rica, una de cada diez personas son inmigrantes, y alrededor del 75% de la población inmigrante es nicaragüense. Con tan altas cifras, era casi imposible que no cruzara mi camino con un niño inmigrante cuando estaba en la escuela. Sin embargo, nunca fuimos amigos. Siempre sentí curiosidad acerca de sus vidas, pero nunca me esforcé en hablarles. Tal vez me asustaba que ellos eran “diferentes” a mí… algo que tiempo mucho después la vida me iba a enseñar.

Andy Muan de Taiwán en el Red River Gorge, Kentucky. Fotografía: Katherine González (@kathglz_)

Me convertí en inmigrante

En el 2019, me mudé a los Estados Unidos bajo el estado migratorio “alien no-residente”, dos palabras que hasta la fecha, me recuerdan cómo se siente ser un inmigrante en este país. Después de mudarme, visité a mi familia en Costa Rica para el receso de invierno justo antes de que comenzara la pandemia. Recuerdo un día en el que abuelo y yo veíamos las noticias en la televisión y un reportaje acerca de inmigrantes nicaragüenses apareció en la pantalla. Después de ver la noticia, abuelo dijo: “bueno y si no les gusta nuestro país se pueden largar, nadie los quiere aquí” a lo que respondí “abuelo, esa soy yo en los Estados… su nieta es inmigrante también”. Después de diez minutos de pensarlo, él se me acercó y me abrazó. Estaba muy agradecido por hacerlo pensar. 

Abuelo murió meses después de un ataque al corazón, y esa fue una de nuestras últimas conversaciones en persona. Vi su funeral a través de la pantalla del celular. Lloré por días recordando nuestra conversación acerca de los inmigrantes nicaragüenses.

Pero así como mi abuelo, muchos otros también han expresado su rechazo a los inmigrantes. Y es que, no crecimos pensando que ser inmigrante es terrible? No pensamos en algún punto de nuestras vidas que los inmigrantes no son más que gente sin poder alguno tratando de cruzar la frontera? Después de la muerte de mi abuelo,  terminar con una relación tóxica y abusiva y casi un año de aislamiento, me perdí. Tal dolor me hizo sentir débil, desesperada y sola. Me sentí como un alien viviendo en otro planeta.

Luego, encontré la escalada. Me dío lo que hasta este punto nada fue capaz de hacer: me empoderó. Cada vez que escalaba, me recordaba del humano fuerte y valiente que era antes de mudarme aquí. De algún modo, me conecte conmigo misma de nuevo. La escalada hizo que me diera cuenta de que solo por que me sentía vulnerable en este punto de mi vida, no era por que yo era débil. Al contrario, mi vulnerabilidad me hizo un mejor ser humano, que estaba subiendo y subiendo más alto en el muro, así como también estaba asimilando una cultura nueva con mi no tan perfecto inglés. 

Lo encontré irónico. Un muro estaba haciendo un inmigrante más fuerte.

Margarita Martínez de Puerto Rico en el Red River Gorge, Kentucky. Fotografía: Katherine Gonzalez (@kathglz_)

Pero así como crecía en el deporte de ser inmigrante así como escalando paredes, constantemente recordaba las imágenes de los inmigrantes que son representados en los medios, por lo que decidí hacer algo al respecto. Me fijé la meta de escalar muros con inmigrantes. Así, el proyecto “Escalando con inmigrantes” nació. A través de mi cámara, quise contar una historia diferente de lo que crecí viendo y pensando de un inmigrante. Quise contar sus historias de migración. Retratar su coraje, sonrisas y valentía. 

Solo por un día, el mismo muro que ha representado separación y dolor para muchos inmigrantes… para nosotros representó alegría y confianza en la única cosa que nos conectaba: escalar.

Hasta ahora, he escalado con siete otros inmigrantes, cada uno de ellos con experiencias únicas que me han mostrado el coraje y fuerza única que cada uno de ellos tiene. Reímos y lloramos recordando nuestro hogar. Compartimos el dolor de no ver a nuestros padres envejecer, o perdernos cumpleaños y funerales. Recordamos el sabor de nuestra comida favorita de vuelta en casa. Nos alentamos mutuamente a seguir sonriendo y ser amables unos con otros--todo esto, por un muro.

Así como lo hizo para mí, la escalada tiene el potencial de convertirse en instrumento de empoderamiento y sanación de comunidades marginadas a través del mundo, incluyendo inmigrantes. Algunos dirán que la escalada no es política, pero para otros, el simple acto de escalar un muro no puede separarse de nuestra identidad politizada. Navegamos espacios con una identidad cultural diferente así como nos comunicamos con un acento diferente. Pero ahora, cada vez que un inmigrante escala un muro, podemos reconocerlo como parte de un movimiento, un redescubrir de nuestra herencia y cultura, una celebración a aquellos que algún día cruzaron fronteras, ahora se mueven a través de muros. 

Corin Marichu nació en Filipinas y fue luego adoptada por sus padres Estadounidenses. Foto: Katherine González (@kathglz_)


Katty González es una científica e inmigrante de Costa Rica quien recientemente se mudó a los Estados Unidos en donde empezó a escalar. Katty es también fotógrafa y narradora visual interesada en historias de escaladores de comunidades que han sido históricamente marginadas específicamente escaladores Centroamericanos e inmigrantes.

Follow Katty on Instagram at @kathglz_ and @katherinegphotography